Tiradentes no tiene la elegancia barroca de Ouro Preto y de São João del Rei, pero definitivamente es la más encantadora de las ciudades históricas mineras. En sus calles coloniales empedradas, las iglesias del siglo 18 dividen la atención con casas que albergan: restaurantes, posadas, anticuarios y tiendas de artesanias, que encienden sus lamparas al anochecer. Tiradentes está dejando de ser sólo un destino histórico, y se está volviendo un polo cultural. Hace mas de una década es sede de la “Mostra de Cinema” y del Festival de Cultura y Gastronomia. La buena mesa, es una característica marcante de la ciudad. La comida minera se sirve con abundancia en los restaurantes, que se esmeran preparando las recetas tradicionales. Para gastar energias, haga un trekking hasta los Mirantes da Serra, caminatas que duran entre 2 y 5 horas, con derecho a paisajes encantadores a 1200 metros de altura.
